-¿Qué son las nanopartículas de silicio?
-Son partículas muy pequeñas; los tamaños que nosotros trabajamos comprenden entre 1 y 10 nanómetros (nm) hasta 100 o 500 nanómetros. Es una pequeña estructura concatenada de diferentes moléculas de silicio, sintetizada a partir, generalmente, de óxido de silicio. Hay diferentes matrices que generan mejores o peores nanopartículas, según el tamaño que se quiera obtener. Las nanopartículas tienen la característica de poder ser introducidas en un organismo. Lo que nosotros hacemos en este momento es tratar de dirigirlas a una parte del organismo en especial y que transporten lo que uno quiere.

-¿Nuestro sistema inmune entiende a las partículas de silicio como algo natural?
-Eso es lo que estudiamos. El silicio en el humano ya tiene historia en implantes. La silicona (implante de mama, por ejemplo) es de silicio, ya hay toda una historia de “compatibilidad”; el cuerpo en algún momento reacciona contra todo lo que no es común, hasta los implantes metálicos por más inertes que sean, a veces generan biofilm o algún tipo de problema. El asunto es que vemos que hay una reacción en estas nanopartículas, no son tan inertes, al ser más chiquitas, por ejemplo, las células del sistema inmune que se especializan en fagocitar todo lo que es extraño. A las nanopartículas, obviamente, las incorpora y, según el tamaño y la concentración, varía la reacción. Entonces, lo que hacemos es tratar de poner a punto el mejor tamaño de la nanopartícula para el uso que nosotros le queremos dar.

Si una nanopartícula va a transportar un inmunoestimulante, que haya un proceso proinflamatorio causado por la nanopartícula no sería tan malo; pero si se la quiere emplear para transportar ADN y que ese ADN se incorpore a una célula y produzca una proteína, o sea para terapia génica, ahí precisamos que sea más inerte. Si tiene que transportar una droga o una prodroga, que llegue a una parte del organismo y tenga su efecto, pero con la menor toxicidad. Porque el problema de las drogas es que para cualquier tratamiento de cualquier patología, tienen un efecto buscado y un efecto colateral o adverso. Si bien se trabaja con las concentraciones, se aumenta el efecto deseado y el efecto tóxico; si se baja la concentración, bajan los dos. Entonces, hay que encontrar un punto donde el efecto deseado sea el máximo y el efecto adverso sea el mínimo.

-¿Hay avances en este sentido?
-Sí, hay diferentes desarrollos que intentan no tratar a las personas con drogas sino con prodrogas; una droga que no tenga ni el efecto bueno ni el efecto malo, que sea lo más inerte posible y que, al llegar al lugar en donde tiene que actuar, se transforme en la droga final que tiene esos dos efectos (deseado y adverso), pero están concentrados donde tienen que actuar y no en el resto del organismo. Entonces, se disminuirían los efectos adversos a nivel sistémico. Con las nanopartículas queremos hacer algo parecido, tratar de dirigirlas a un lugar especial del cuerpo y que liberen la droga en el lugar justo donde tiene que tener efecto. Esa es una de las ideas rectoras.

Si queremos mejorar procesos inflamatorios de una zona para que combata algún patógeno en particular, esa droga que llevaría es un inmunoestimulante o, si se quiere inmunosuprimir en una zona del cuerpo, podría ser un inmunosupresor, o podríamos también usarlo como adyuvante en vacunas, que transporte un antígeno que lleve una molécula de un patógeno a un lugar para que allí se estimule la respuesta inmune contra ese antígeno y estemos protegidos en el futuro contra el desarrollo de una enfermedad infecciosa. Estamos en curso con el estudio del proceso inflamatorio que generan las nanopartículas al incorporar ADN; vimos que hay una expresión de las proteínas cuando estas nanopartículas llevan el ADN que es incorporado, pero cabe aclarar que para llegar al desarrollo en humanos aún falta tiempo.

Fuente:  http://www.dicyt.com/